Este es el segundo o tercer artículo que escribo hoy, por lo menos, y no he podido evitar escribirlo y seguir tecleando, las manos se me van al ordenador y me quedo pegado a la silla, a pesar de que es casi la hora de comer y el estómago me lo recuerda.
Hace un rato la estampa era totalmente contraria. Miraba mi lista de próximas acciones de reojo, como si no fuera conmigo, y veía la acción de escribir el título provisional de mi próximo artículo. Pero por mucho que desviaba la mirada y la volvía a poner en la lista, la acción no había desaparecido.
Al final he decidido que éramos o ella o yo. Durante un rato ha ganado ella, si te he de decir la verdad, pero al final me he armado de valor y he abierto mi editor de texto.
Lo siguiente ha sido más tranquilo pero más triste: toda la pantalla en negro, ninguna distracción, y el cursor parpadeando. Me pongo algo de música para no sentirme tan solo. Con el tema del próximo artículo en mente empiezo a escribir el primer párrafo. Sé que va a estar mal estructurado, que va a sonar a obviedad, pero hago el esfuerzo de acabarlo: una palabra, otra, una frase y… Ya está, primera idea escrita. A partir de ese momento, la siguiente idea, y la siguiente. Y en nada he llegado al final del artículo.
Y así ha sido que he seguido hasta este artículo. Quién lo iba a decir, con la pereza que me daba al principio. Si es que a mí escribir me gusta, puedo contar tochos sin sentirme mal por cómo mi interlocutor aguanta los bostezos.
Pero ahí está la clave del asunto, que no se te habrá escapado: a veces lo que cuesta no es hacer las cosas, sino empezar. Tanto en lo profesional como en lo personal hay muchas tareas que nos son sencillas porque las sabemos hacer de sobra, tenemos mucha experiencia haciéndolas. Con estas tareas, una vez las empezamos y mientras no tengamos interrupciones lo más seguro es que entremos en un estado de mente como agua y disfrutemos con ellas.
Lo único que nos falta es hacer ese esfuerzo inicial, el de empezar. Por mucho que nos guste lo que hemos de hacer, tendemos al ahorro de energía (incluso con esfuerzo intelectual), así que la tendencia será antes a procrastinar que a ponernos en marcha. Esto sirve para todo, desde acciones del trabajo del conocimiento hasta hacer ejercicio físico.
Una pequeña ayuda, por si te sirve:
- ¿Recuerdas alguna vez haberte encontrado en esta situación? ¿Te ha costado ponerte a hacer algo y una vez has empezado te has dado cuenta de que lo estás disfrutando?
- Ponte en las dos situaciones, la de postergar el trabajo y la de haber empezado. ¿Qué sientes en cada una? ¿Qué pensabas? Quizá mientras postergabas sentías algo parecido a la pereza, pensabas en lo incómodo que sería ahora esforzarte en hacer algo. En cambio, cuando te pusiste con la tarea, seguramente estabas alegre, y pensabas por qué no te habías puesto antes. Recrea ambas situaciones con tus propios sentimientos y pensamientos, primero cuando postergabas y después cuando estabas en marcha.
- No solo eso, si te fijas bien al trabajar y sentirte mejor tenías también otra postura corporal. ¿Usabas alguna herramienta concreta (una sierra o un editor de texto)? Y quizá te pusiste música, la radio o algún podcast para acompañar.
- Es importante que hayas identificado el estado positivo de trabajo. La próxima vez que estés postergando, prueba a recordar este estado positivo, y esos «con lo poco que costaba, ¿por qué me no me he puesto a trabajar antes?» que te decías. Sin compromiso 🙂
- Si has hecho lo anterior y no te ha dado ningún jamacuco solo con pensar, prueba a hacer una cosa muy muy (muy) pequeña: enciende el editor de texto que necesitas, saca la sierra y ponla sobre el banco de trabajo, o toma la bolsa de deporte del gimnasio y ábrela. Lo mismo, sin compromiso.
- Si ves que empiezas a arrancar, añádele las otras cosas que has aprendido: la postura corporal, la música que usas para acompañar…
- Y un último empujón, si has llegado hasta aquí: empieza, aunque los músculos estén fríos y entumecidos (ya entrarás en calor), aunque las primeras frases que escribes ni siquiera tengan sentido (ya se abrirá el grifo de las ideas), aunque no sepas por dónde cortar (ya volverá la imagen del siguiente paso)
¿Cómo haces tú para ponerte a trabajar en esos momentos de pereza? ¿Has probado alguno de estos trucos? ¿Te han funcionado?
Fotografía vía pixabay