Parece que nuestra sociedad impone, de alguna forma, la perfección. Los productos de cosmética que nos venden para las imperfecciones de la piel, la bebida láctea para una figura perfecta, luchar por el trabajo perfecto para tener la vidaperfecta, o el cambio que pide el cliente para que el proyecto entregado quede perfecto. Puestos así, parece que nosotros también debemos conseguir ser perfectos.
Ahora bien, a la hora de trabajar, ¿cuánto nos puede costar hacer perfectamente una tarea? Mucho, por eso hemos de valorar qué ‘grado de perfección’ es el adecuado para nuestro objetivo.
Procrastinación
Por ejemplo, al inicio de un proyecto, nos podemos encontrar con que retrasamos su inicio, procrastinamos, por miedo de fracasar en el intento de hacerlo perfecto. En su lugar, ¿por qué no pensar sólo en hacerlo bien, y luego hacer una ronda de refinamiento? Es una gran forma de afrontar el ‘miedo a la página en blanco’.
Errar es de humanos
Aún empezando con todo el ánimo del mundo, podemos estar seguros de que el resultado no será perfecto, ya que como humanos nos equivocaremos en algo, por pequeño que sea el error.
Proporción coste / resultados
También hay que pensar en equilibrar el resultado. Tanto para un proyecto como para una habilidad, aunque es difícil conseguir una satisfacción del 95%, es algo que con un esfuerzo medio se puede conseguir (cuánto supone, ¿2 meses de trabajo en un proyecto? ¿6 o 9 meses de práctica de una habilidad?). En cambio, pasar de un 95% a un 98% supone sólo un aumento del 3% en la satisfacción, pero puede resultar una diferencia abismal en costes (multiplicar por 3 el coste del proyecto, toda una vida de practicar una habilidad…). Esto no es malo de por sí, pero hemos de estar seguros de querer asumir ese coste (personalmente, preferiría aprender una habilidad nueva al año que pasarme toda la vida para saber una sola cosa).
Las ideas evolucionan
Una ventaja de no querer ser perfectos desde el principio es poder hacer iteraciones sobre un proyecto. Si tenemos una idea del proyecto acabado y nos ajustamos estrictamente a ella puede que empecemos pensando en los detalles. Si pasado un tiempo vemos que sería mejor hacer cambios, tendremos que deshechar muchos detalles que no podremos aprovechar. En cambio, si vamos trabajando del grueso al detalle, empezaremos por las estructuras y podremos cambiar de opinión sobre el acabado si surge alguna nueva idea en el proceso.
Entonces, ¿buscamos la perfección?
Sí, está bien buscar el mejor resultado, pero no hay un único buen resultaado, y hemos de pensar en cuál es el nuestro. Ante la duda, nos resultará todo más fácil si empezamos marcándonos como primer objetivo un borrador (nadie tiene miedo a hacer un borrador, ¿verdad?), a partir de ahí dale una vuelta y hazlo crecer, y después otra vuelta para mejorarlo y otra más, hasta que el resultado te parezca suficientemente ‘perfecto’.
Fotografía: Stronger than nature, por fspugna