Para nosotros, caminar es algo natural y que no supone un esfuerzo, en general. ¿Te has parado a pensar alguna vez el reto titánico que supone empezar a caminar a quien no sabe? Nosotros lo damos por hecho, pero un niño tiene primero que aprender a mantener el equilibrio estando parado, y después mantenerlo mientras camina.
GTD es un sistema muy completo, por lo tanto tiene cierta complejidad. Aunque esto es lo que le da tanta capacidad, es una de las principales causas de ‘caídas’ de quien empieza a implantarlo.
No voy a negar que puede llevar algo de trabajo adoptar los hábitos, pero lo que sí es verdad es que la complejidad no es una característica de GTD, sino que es un estado de nosotros mismos.
Si tienes permiso de conducción, recordarás que antes de sacártelo tuviste que aprender un montón de teoría. Después, pasaste varias (o muchas, depende como fueran los exámenes) horas practicando con el coche, hasta que por fin aprobaste. Aún así, las primeras veces que condujiste tenías que pensar qué pedal ibas a pisar, en qué sentido iba el cambio de marcha, te tenías que recordar continuamente mirar los retrovisores, etc. Conducir es una actividad compleja, y te resultaba compleja.
Con los años y la práctica, ahora conduces tu automóvil como si fuera lo más natural del mundo, le dedicas tanto esfuerzo mental como se lo dedicas a respirar. Conducir sigue siendo igual de complejo, pero tu estado al respecto ha dejado de serlo.
Con GTD, y con cualquier otra actividad, acaba pasando lo mismo. En cuanto antes empieces a practicarlo, comprendas si es útil para ti, y lo integres en tu día a día, antes aprenderás a usar tu propio sistema; y en cuanto más lo practiques, más harás tuyos los movimientos relacionados con el sistema.
Fotografía: Keys in the ignition, de Alex E. Proimos