GTD: Los compromisos
Si llevas un tiempo con GTD, ya tendrás listas con muchas acciones y objetivos, y haces tu revisión semanal. Pero, ¿acaso recuerdas por qué empezaste? Seguramente fue porque tenías mucho trabajo pendiente y andabas un poco estresada, por eso decidiste empezar a gestionar tu tiempo.
Y bien, ¿por qué quieres hacer tantas cosas? Podrías vivir perfectamente sin preocuparte tanto, incluso en lo que a trabajo se refiere. El caso es que te has marcado unos objetivos y te has comprometido contigo mismo a cumplirlos.
Pensamos en el compromiso como algo que hemos contraído con otras personas. Cuando gestionamos nuestras acciones y proyectos, no sólo gestionamos el tiempo, también estamos gestionando compromisos propios.
Por ejemplo, nos hemos comprometido con nosotros mismos a vaciar la bandeja de entrada del correo, aunque también es porque nos hemos comprometido con el resto de gente a utilizar el correo como medio de comunicación.
Hacemos proyectos porque nos hemos comprometido a llevar ciertas áreas de responsabilidad. Y sino, contesta a esto: ¿quién se comprometió en la reunión a duplicar las ventas? ¿Quién es el responsable de hacer las reparaciones de casa? ¿A quién no perdonarán quedarse en casa en vacaciones si no se planifican unas?
Para cumplir bien con los compromisos primero hay que identificar exactamente cuáles son, y después meterlos en el ciclo de gestión. Piensa en el compromiso, si no tuvieras nada más que hacer ahora, si tuvieras todo el tiempo que dedicarle, ¿qué sería lo próximo que harías para cumplirlo? Ahí tenemos la próxima acción. Si aún con eso no lo cumpliéramos, piensa en qué más tendrías que hacer, y crea un proyecto para ello. Ya estamos gestionando ese compromiso, y ya lo podemos descargar de nuestra mente.
A veces puede pasar que no nos sentimos comprometidos con nuestros proyectos. Es entonces cuando empiezan a aparecer las tareas residentes, esas tareas que se perpetúan en la lista de acciones y nunca nos apetece cumplir. Cuando detectemos esto, debemos volver a pensar en esa tarea o proyecto, y ver si todavía nos sentimos comprometidos con ella. Si es necesario, lo deshecharemos. No hemos de sentirnos mal por quitarnos de encima el lastre, si con eso elevamos el globo de los compromisos activos.
¿Qué pasa con ‘los otros compromisos’? No podemos ignorar la primera definición de compromiso que hemos dado, aquellos que se adquieren con las otras personas. Una vez los aceptemos, no sólo serán con la otra persona sino también con nosotros mismos. Así que cada vez que vayamos a decir que sí a algo a otra persona, pensemos un momento si después de ese momento nos vamos a sentir vinculados a esa tarea. Si no es así, haremos un favor a la otra persona rechazándolo; seguramente preferirá un no a encontrarse en un tiempo con que no cumplimos sus expectativas.
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